miércoles, 23 de abril de 2008

¿Poe? un aficionado a mi lado...

Bueno, voy a sorprenderos un poco con mi faceta poética, algo que seguro no os esperabais. A continuación os reproduzco unas líneas improvisadas sobre la marcha, de rima fácil, para que la sonoridad del poema sea fácil de asimilar:

"Caminante, no hay camino,
¿O es que no ves que no lo hay?,
No lo veía, mi fiel minino, pero...
¿Desde cuándo sabes tú hablar?,

Ay, mi sorprendido amigo,
de mi tú no sabes nada,
y atiende bien a lo que te digo,
que de repetírtelo no tengo ganas:

La vida es un valle sombrío
de marchitas flores repleto,
incluso de sus hojas el rocío
se desprende sin respeto

Más la culpa no es suya,
sino del gran creador,
que en un acto de locura
las relegó a la perdición

Resbalan inexorablemente
en contra de su voluntad,
por culpa de un demente
que las obligó a un final

¿Qué dices, oh, locuaz felino?,
Ni una palabra tuya me creo,
no uses artimañas conmigo
que para mí sólo existe lo que veo.

¡Cállate, maldito insensato!
Lo único que quiero es contar,
a pesar de ser un simple gato,
la verdadera historia de la realidad.

Eso es imposible, mi peludo amigo,
grandes filósofos lo han intentado,
y aunque muchos han hilado fino,
ninguno la solución nos ha contado.

Gracia me causa, ingenuo compañero,
verte hablar con tanta impetuosidad,
pero a pesar de poner tanto esmero,
no estás en posesión de la verdad.

La única verdad y la suprema
es la que a continuación te relato,
así que abre bien las orejas
que la vas a conocer de inmediato:

Una tela negra en el aire flota,
empujada suavemente por la brisa,
está vieja, raída, sucia y rota,
su viaje es largo, pero parece no tener prisa.

Anonadado me dejas, amigo gatuno,
has conseguido hacerme comprender,
la vida ya no tiene secreto alguno.
Yo y Dios, dos seres que hemos de renacer."

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... veces

viernes, 18 de abril de 2008

Mi amigo Nicky

Hablando con mi amigo Nicky acerca de este blog, le comentaba yo la dificultad sobre escribir algo nuevo y diferente cada día, para no aburrir al lector, y él me comentaba en broma: "Escribe sobre mí". Lógicamente, el comentario no me lo tomé en serio, pero hace poco, mientras pensaba en que nueva entrada publicar me dije: "¿Y por qué no?" y dicho y hecho, aquí me teneis dispuesto a hablaros de mi amigo Nicky, una persona muy..., esto..., muy..., bueno, mejor lo leeis, que ahora mismo no encuentro las palabras exactas con las que describirle.
Conocí a Nicky en uno de esos juegos online para frikis con mucho tiempo que perder, y como ambos encajamos perfectamente en esa descripción, no era de extrañar que tarde o temprano acabáramos coincidiendo. El punto en común que obraría tal milagro sería nuestra pasión por el cine, que nos llevaría a ambos a formar parte de la federación de cinéfilos de dicho juego. La primera vez que hablé con Nicky no lo recuerdo, pero seguro que para decirle algo bonito no fué, su aversión hacia los más grandes directores y las mejores películas del séptimo arte es su sello de identidad, de ahí que casi nunca nos tratemos con respeto o admiración. Y a base de insultos, intercambio de duros mensajes y demás, fué surgiendo la confianza, esa compañera que echa por tierra todo lo que tiene que ver con el buen gusto y la clase (la poca que quedaba de cuando ésta todavía no estaba presente). Como hablaba con él a diario, me enteré de que se iba a ir a vivir a Inglaterra en unos meses, y ya es casualidad, porque el mismo giro iba a dar mi vida, yo también me marchaba en pocos meses al país de los amables hooligans. Como íbamos a vivir cerca, quedamos en que nos veríamos algún día.
Ese día llegó poco después de instalarme yo en Londres, y fué uno de esos días lluviosos tan característicos de la madre patria. Me había citado con Nicky en un café de Temple. A las 15:00 horas habíamos quedado, las 15:35 eran, y yo allí sólo, sentado como un tonto en una apartada mesa, con la gente mirándome como quien mira a un sospechoso de asesinato. Había probado ya todas las posturas posibles, cuando su majestad Nicky se decidió a aparecer. A pesar de que no lo había visto nunca, lo reconocí enseguida por su perenne sonrisa bobalicona, esa que siempre me imaginé que tendría. "¿Eres Michael?", me preguntó con su estúpida sonrisa semitorcida. "Hace una hora lo era, ahora no estoy seguro", respondí con cierta chulería, para marcar el territorio. "Ja, ja, perdona Mike, es que ya sabes que aquí es una hora menos y todavía no lo tengo controlado, ja, ja", mientras decía esto me soltó un manotazo en toda la espalda, como acompañamiento a su "gracioso" comentario. "Este tío no me va a caer bien", pensé en aquel momento, y muy desencaminado no andaba, ya lo comprobareis. Después del intercambio de rigor de ciertos comentarios imbéciles que hace todo el mundo cuando conoce a otra persona, empezamos a emitir gruñidos algo más coherentes, y comenzamos a hilar conversaciones con cierto sentido. Hablamos del clima inglés, de nuestros actuales empleos, de fútbol, de cine, como no, con sus respectivas descalificaciones personales tan inhumanas como necesarias, etc. Cuando ya tenía la cabeza como si me hubiesen soltado un enjambre de abejas en el cerebro, le dije a Nicky que ya era hora de marcharme, que tenía cosas que hacer. Me miró con mala cara, como si adivinase mi verdadera intención, que no era otra que deshacerme de aquel tarado que no me aportaba nada a mi vida personal, lo único que había conseguido era perder una tarde, y bien perdida. A pesar de sus reticencias, tuvo que aceptar el hecho de que se daba por terminado nuestro encuentro, pero en una de sus geniales ideas, decidió acompañarme hasta mi casa, "para así ver dónde vives", dijo con la misma cara de ingerir medicamentos sin receta que había tenido toda la tarde, "Fantástico...", pensé para mis adentros, "... como descubra donde vivo no me lo quito de encima ni a palazos". "Por supuesto", le contesté con una amplia sonrisa, "vamos". Al salir a la calle noté por fin algo de aire fresco, el suficiente como para impedirme que traspasara la línea que separa la cordura de la locura, algo que había podido ocurrir en cualquier momento. Con la mente más despejada, pensé en la ruta por la que llevaría a aquel energúmeno. Mientras se me ocurría qué hacer, fuí dando un rodeo, sin fijarme por qué calles me metía, hasta el punto de perderme irremediablemente. "Lo que faltaba", dije entre dientes. "¿No me digas que te has perdido?", escuché a mi lado. Giré lentamente la cabeza, en mi vida había odiado tanto una sonrisa, sólo se me pasaban por la cabeza pensamientos homicidas, pero mi conciencia me impedía no hacer otra cosa que no fuera devolverle como un estúpido la sonrisa. "Parece ser que sí, ¿Sabes tú dónde estamos?". "Ja, ja, ni idea, Mike". Ya me daba todo igual, llamé un taxi y le dí la dirección de mi casa. Al llegar, pagué yo, por supuesto, a pesar de venir montados los dos en él. "Es que tú fuíste el que te perdiste Mike, ja, ja". Si en aquel momento no lo estrangulé al más puro estilo Jack el Destripador, en mi vida estrangularé a nadie, así que no os preocupeis los que algún día coincidais conmigo. "¿Me invitas a pasar Mike?". Ya no tenía ni voluntad para negarme, abrí la puerta y le dejé entrar.
Al día siguiente huí despavorido de Inglaterra, ahora estoy viviendo en un pequeño y acogedor pueblo de Sri Lanka, y esta historia que acabais de leer es verídica, excepto el principio de la misma, ni Nicky me inspiró para escribirla, ni es mi amigo, fué una pequeña mentira que dije para que no predijeseis el final.

lunes, 14 de abril de 2008

El día que entrevisté a Stanley Kubrick

Queridos lectores, en mi vida he vivido muchos momentos emotivos, pero ninguno comparable al que viví a principios de 1999, a la tierna edad de diez años, cuando, trabajando para el periódico del colegio, realicé una entrevista al genial cineasta neoyorquino Stanley Kubrick. Cuando le envié un e-mail solicitándole el face to face, nunca pensé que lo llegase a leer, pero para mi sorpresa, al día siguiente recibí su respuesta, diciéndome que nada le apetecía más en el mundo que viajar desde Londres (ya hacía tiempo que vivía en esta ciudad) hasta un sitio que no conocía, para ser entrevistado por un mocoso de diez años al que tampoco conocía, y el cual había deducido al leer el correo que le había enviado que tenía ciertos problemas mentales.
Bueno, que me lío, a continuación os reproduzco, en exclusiva y sin ningún tipo de censuras, de manera íntegra, la conversación que mantuvimos ambos hace nueve años:

Michael: Hola Stanley (si me permites que te tutee), gracias por aceptar la invitación, y si no te importa, vamos a realizar la entrevista en castellano, que si no la gente que nos lea no se va a enterar de nada. No es por mí, eh, que podríamos hablar perfectamente en inglés o en el idioma que tu quisieras, pero muy pocos nos iban a poder entender.

Stanley: No te preocupes, Mike, hablo perfectamente el castellano. No problem.

M: Ok, pues vayamos al grano: Lo primero que quiero preguntarte es ¿Por qué decidiste dedicarte al mundo del cine?.

S: Ah, eso tiene una fácil respuesta.

M: Y... ¿Cuál es, si se puede saber?.

S: No, no se puede saber. He dicho que era fácil, no que fuera a decírtela.

M: Bueno, Stanley, no seas rencoroso, ya te he pedido perdón por lo del perro, pero la culpa fué tuya, que ya te había avisado que no le gusta nada que se sienten encima de él cuando está durmiendo en el sofá. En fin, vayamos con la segunda pregunta: ¿Cuál crees que es la mejor película que has realizado y por qué?.

S: Pues creo que la mejor película que he hecho ha sido la del resplandor, porque ahora mismo me está sirviendo de inspiración para algo que tengo en mente...

M: Madre mía, si que es verdad la leyenda urbana de que los genios tienen mal humor. Bueno, yo sigo: ¿Por qué has decidido irte a vivir a Londres?.

S: Bueno, tenía un amigo que siempre me hablaba de lo bien que se comía en Londres, de lo barato que está todo, y del estupendo clima que hace todo el año. Desgraciadamente ese amigo mío sufrió un inoportuno accidente. Al parecer recibió una carta bomba de algún desaprensivo. De momento sigo viviendo en Londres, que me he encariñado con los autobuses rojos, y con el reloj ese tan chulo que hay.

M: Bueno, Stanley, a ver si somos más breves en las respuestas, que tampoco te he pedido que me cuentes tu vida. ¿Tienes pensado volver a Estados Unidos algún día?.

S: Después de la escena de la banderita, y de la "afectuosa" despedida que les brindé a los de la Metro Goldwyn Mayer (esa en la que sale el león rugiendo), creo que me han declarado persona non grata por aquellas tierras.

M: Hablenos ahora un poco de 2001, una odisea del espacio, una de sus mejores películas ¿Puede contarnos en su opinión personal el significado de la película?.

S: Verás, Mike, esta pregunta ya me la han hecho los más prestigiosos periodistas del mundo, y a ninguno le he respondido ¿Qué te hace suponer que te la voy a responder a ti, imberbe mocoso?.

M: Bueno, tenía que intentarlo, pero tampoco hacía falta ponerse borde. Vamos a ir terminando, que no quiero aburrir a los lectores con una entrevista tan insulsa como esta. ¿Qué directores de cine y/o películas admira el gran Stanley Kubrick?.

S: Bueno, en realidad no creo que nadie haga mejores películas que yo, así que no admiro ningún director que no sea yo, y no me gusta ninguna película que no sea hecha por mí.

M: Si señor, Stanley, sobre todo que no falte la humildad. En fin..., vamos a terminar ya, que me estoy arrepintiendo de haberte pedido que vinieras. Para esto que me has contado, me lo habría inventado, que seguro que quedaba mejor. Ultima pregunta: ¿Qué proyectos tiene Stanley en mente para el futuro?.

S: Hombre, Mike, no me hagas esa pregunta, sabes de sobra que en unos meses me muero, que estamos en 1999, recuerda... ¿O no leíste mi biografía en la wikipedia?

M: Si, tienes razón, perdona, es que a veces me olvido de las cosas, Steven, es un pequeño problema que tengo. Bueno, Gracias por aceptar la invitación y que tengas un buen viaje de regreso a Munich.

S: De nada, Mike, para eso estamos.

Y esta fué la entrevista que le hice a Kubrick a finales del siglo pasado. Sé que no es un ejemplo de periodismo de calidad, ni siquiera es entretenida, pero tampoco me pidais mucho, por entonces tenía diez años y ya bastante hacía con hilar dos frases seguidas. Sólo espero que guardeis respeto por este documento de incalculable valor, que he decidio compartir con vosotros por pura generosidad. Y es que todo es poco por los queridos lectores de mi blog... (es una frase hecha, eh, que nadie se lo tome literalmente, que ya os conozco, malandrines).

jueves, 10 de abril de 2008

Historia de una fotografía



Bueno, queridos lectores, mi generosidad es como mi sabiduría, infinita, y por ello os voy a mostrar, de manera gratuíta y en exclusiva para vosotros, cómo sacarle todo el jugo a una imágen que a priori no nos dice nada.
Para conocer bien la historia que ha originado esta fotografía, debo remontarme a años atrás. Estando yo una tarde de junio (en realidad no sé si era por la tarde y ni siquiera sé si era junio, pero empezar así una historia siempre le da un toque romántico), rebuscando entre mis múltiples libros, me encontré con uno de Leonardo (aclaro: Leonardo Da Vinci, es que entre genios nos tratamos por el nombre de pila). El libro trataba en profundidad sobre los inventos que Leo había ido desarrollando a lo largo de su vida. Me atrajo especialmente una especie de planeador con alas, una de sus ideas más grandes. Yo me dije: Si Leonardo pudo diseñar y construir ese hijo ancestral de los actuales aviones ¿Por qué yo no?. Ni corto ni perezoso, decidí a partir de aquel día poner todo mi empeño en dedicarme a la contrucción de aquel maravilloso aparato que me daría la alegría que otorga la superación personal y, por encima de todo, que me daría una imágen entre mis amigos de genio loco, una imágen que siempre he perseguido, pero que nunca he alcanzado realmente. La vez que más cerca estuve fué cuando lo del gato con las pinzas en los ojos viendo fijamente durante horas los cordones de mis zapatos; pero bueno, esa es una historia que ya contaré otro día. Como decía, puse todas mis fuerzas en este nuevo proyecto, y para ello necesitaba renunciar para empezar a mi trabajo de enterrador, que me robaba bastante tiempo, sobre todo con lo de la peste negra esa que hubo hace un tiempo por aquí. Dicho y hecho, colgué la pala. También decidí dejar de lado la carrera que estaba estudiando, que me quitaba la otra parte del día que me dejaba libre el enterrar gente con el grave problema de salud de estar muertos. Además, abandonar la carrera era lo mejor que podía hacer. Estudiaba inglés, y a esas alturas ya me sabía el idioma de Shakespeare beri güel.
Los primeros días trabajando en el susodicho invento no fueron todo lo satisfactorios que me esperaba. El dibujito en el folio quedaba muy chulo, eso si, pero luego llevar el diseño del papel a la realidad era más complicado que ver una bandera republicana en el palacio de la Zarzuela. Necesitaba ayuda, aunque me costara reconocerlo, así que contacté con mi colega Valery Bozdanov, un joven ruso que conocí a través de internet, y que era un genio construyendo todo tipo de aparatos raros. Decidí llamarlo (bueno, en realidad le dí un toque al móvil para que me llamara él, ese truquillo que todos utilizamos para no gastar dinero), y le conté mi plan. Al parecer él también era un admirador de Da Vinci, y le encantó la idea. Le propuse que viniera a la semana siguiente, y aceptó sin problemas.
Una semana después de llamar a Valery, allí estaba, en la puerta de mi casa, puntual cual reloj suizo. Le mostré los diseños que había hecho y le dije si veía factible llevarlos a cabo. Frunció el entrecejo diciendo "lo intentaré". En realidad él sabía de sobra si podía o no hacerlo, y yo también sabía de sobra que lo había dicho con aquella expresión en la cara para hacerse el interesante, es una técnica que yo también suelo usar. Los rusos puede que sean raros, pero a trabajadores no hay quien les gane, o al menos a Valery. En apenas dos días me había montado el planeador exactamente como yo lo había diseñado, e incluso se permitió el lujo de añadirle un par de aletillas laterales para "nosequé del flujo del aire creando una corriente bla bla bla bla bla...", ni caso le estaba haciendo. Estaba mirando embobado la obra de arte que habían creado las manos de aquel desgraciado. Y no le llamo desgraciado de forma gratuíta, sino porque el pobre no sabía que ya nunca volvería a Rusia, y es que no me podía permitir que se airease que él había hecho todo el trabajo y yo simplemente había sido una mera comparsa en su maestría, así que deslicé con disimulo un par de gotitas "milagrosas" en su copa cuando brindábamos por el éxito conseguido. Con el ruso muerto (y enterrado, no os olvideis de cuál era mi trabajo) y el planeador a mi entera disposición, me sentía como el niño de la fábrica de chocolate cuando descubre la etiqueta dorada en su chocolatina. Estaba nervioso, ansioso, ilusionado, excitado..., en mi vida había experimentado nada igual, ni siquiera cuando vi por primera vez al astronauta Bowman adentrarse en el viaje psicodélico a través del espacio-tiempo en 2001, una odisea del espacio. No podía esperar más, me cargué el artilugio a la espalda y me dirigí corriendo como un poseso a la colina más cercana. A medida que ascendía me daba cuenta de que realmente no lo había probado para comprobar su funcionalidad, pero me fiaba más del fiambre ruso que de mi mismo. Cuando llegué a una zona bastante escarpada, situada al borde de un gran abismo, decidí que era el sitio ideal para probarlo. Me sujeté con correas al aparato como debía, me colgué la cámara de fotos al cuello (si, llevaba una cámara conmigo. Recordad que estoy explicando el origen de la imágen superior) y rezé un par de Ave Marías rápidos. Coloqué los pies al borde del precipicio, miré hacia abajo, otro Ave María, esta vez acompañado de un Padre Nuestro...y me lancé. Que sensación, que envidia tenía que sentir el mundo de mí en aquel momento, Dios a mi lado era un aficionado, las leyes de la gravedad quedaban anticuadas, que momentos más increíbles, que manera de volar, que ser superior era, que..., que..., ¡Que desgracia! el aparato caía inexorablemente en picado, aquello no remontaba el vuelo ni a soplidos, el suelo se acercaba a una velocidad de vertigo, maldita sea, Newton tenía razón, Fuerza igual a masa por aceleración no era ninguna tontería, y el fatal desenlace no se hizo esperar. Choqué violentamente contra el suelo, quedando en un estado tan desastroso que la forense de Bones necesitaría cuatro capítulos para reconocerme.
Esto lo recuerdo de manera algo difusa, lo único que sé con seguridad es que durante mi angustiosa caída me dió tiempo a sacar la fotografía que arriba observais. Ahora os escribo desde el infierno (si, por lo de los pecados y esas cosas), en un ratito que tengo libre. Bueno, ya os tengo que dejar que se me han regenerado de nuevo las entrañas y ya viene el Buitre famélico otra vez, que tío, no se cansa nunca de comer...

martes, 8 de abril de 2008

Comencemos...

Bueno, pues inauguramos este magnífico blog con estas maravillosas líneas, con el fin de arrancar de una vez por todas y romper el hielo para el tratamiento de futuros temas, que espero que sean del agrado del lector. ¿Qué decir en esta primera intervención? Pues poco, porque ponerme a escribir un discurso de bienvenida sería un derroche de tiempo. Poca gente de la que entre se le ocurriría el disparate de ponerse a leer tropecientas líneas repletas de sandeces sentimentaloides, así que mejor me ahorro este mal trago, tú lo agradeces, y todos contentos.
Solamente un pequeño "planning" de lo que será el blog en el futuro: habrá un álbum fotográfico, se tratarán temas relacionados con el cine, la literatura, etc. y se hablará de temas de actualidad, entre otras cosas...
Vamos, nada nuevo, pero espero que diferente a lo que estais acostumbrados, y es que si en algo destaco es en conseguir que la gente que lea lo que yo escribo disfrute con ello, es un don que tengo, además de la humildad.
En fin, que espero que quienes entren por primera vez aquí, ya sea por puro azar o aconsejados por mí, lo hagan para repetir.
Salud y saludos.