miércoles, 7 de mayo de 2008

El misterio de la tienda de antigüedades - 2ª parte

Como decía al final de la primera parte, había presenciado una decapitación en vivo y en directo, y aunque muchos os estareis pensando: "pobre, siendo un niño tuvo que ser durísimo ver esto", nada más lejos. Gracias a Dios, la televisión y la playstation han conseguido que este tipo de cosas resulten hasta anecdóticas a ojos de un imberbe mozalbete. Los dos hombres, cuyos nombres no sabía, y a los que me referiré como "los apalizadores" estaban, si recordais, tirados sobre el suelo, extenuados por el esfuerzo. Tan cansados estaban que se quedaron dormidos. Aprovechando esta circunstancia, decidí intentar escaparme. Me puse en pie con dificultad, con la silla atada a la espalda, lo que me hacía caminar encorvado. Antes de dirigirme a la puerta, quería asegurarme de que los apalizadores seguían dormidos. Al girarme, una de las patas traseras de la silla golpeó una botella que había encima de una mesita cercana. El escándalo que armé ya os lo podeis imaginar. Los hombres se despertaron, mirándome con extrañeza, como si me vieran por primera vez. Yo les observaba con la cara de quien sabe que la acaba de liar, y además en esa postura tan extraña por culpa de la silla, una postura que en los manuales carceleros no recomiendan a los reos. Uno de los hombres se incorporó, se sacudió la ropa y me cogió de un brazo. El otro hizo lo mismo, menos lo de cogerme del brazo. Me desataron la silla de la espalda, y me llevaron hacia la puerta. Al salir, fuí con ellos hacia un coche que estaba allí aparcado, me hicieron montar en el asiento de atrás y me dijeron que me pusiese el cinturón, alegando no se qué de la guardia civil. Después de veinte minutos de conducción, llegamos a la ciudad, y el coche se empezó a desviar por callejuelas de mala muerte. En una de ellas se detuvo, y los hombres se bajaron de él. Me hicieron bajar a mi también, y me condujeron al interior de una tienda que tenía un letrero fuera que decía: "Antigüedades eugenio, la tienda de un genio". Desde luego el que ideó la frase no era Pablo Neruda, pero tenía su gracia. Al entrar en la tienda me fijé que no sólo era antigua por las antigüedades, valga la repugnancia, sino que era antigua en absolutamente todo. Estaba descuidada, había telas de araña en rincones que tenían pinta de no haber sido visitados en años. Las paredes habían perdido casi todas sus capas de pintura y se podían ver los ladrillos rojizos que asomaban como con vergüenza, pidiendo que por favor los tapasen. Me llevaron hacia un cuarto situado en la parte de atrás de la tienda, abrieron la puerta y la cerraron depués de que entrara. Desde dentro escuché girar la llave, no hacía falta ser un lince para ver que estaba encerrado en aquel maloliente cuartucho. Y digo maloliente porque de verdad el olor era insoportable. Parecía provenir de un armario situado a mi derecha. Fuí hacia él y lo abrí. No había absolutamente nada. El armario estaba completamente vacío, no tenía estantes, ni separadores de ningún tipo, era simplemente una caja rectangular de madera sin nada dentro, y lo más curioso es que el olor había desaparecido por completo. Anonadado, cerré la puerta del armario. Ahora volvió a aparecer el olor, un olor extraño, indescriptible, pero nada agradable, desde luego. Intrigado, volví a abrir de golpe el armario, como queriendo pescar de improvisto lo que fuese que había dentro y que desaparecía cuando yo lo abría. El armario seguía igual, pero el olor había vuelto a desparecer. El mosqueo que tenía encima era mayor que el día que descubrí que el gordo que se había quedado atascado en la chimenea era mi padre y no Papa Noel. Dejé el armario abierto, y me dediqué a pasear por el cuarto con las manos detrás de la espalda, tipo detective intentando resolver un complejo caso. Me entraron ganas de llamar a Iker Jiménez para ver si él me podía dar una explicación, pero por desgracia no tenía sú número de teléfono y ni siquiera tenía desde donde llamarle, un par de detalles que terminaron de convencerme para desbaratar la idea. En uno de mis paseos por el cuarto, de repente volvió el olor. Justo en ese momento estaba de espaldas al armario, me giré lentamente y vi lo más asombroso que hayais visto nunca, ríete tú del armario ese de Narnia. Si quereis saber lo que había dentro del armario y el final de esta misteriosa historia, no os perdais la tercera parte. Próximamente en Blackmoon.

2 comentarios:

Nicky dijo...

haciéndose el interesante... la 3ª parte a la misma bathora en el mismo batcanal...

a ver si puedes explicar por qué eres tan subnormal de comprobar si estaban durmiendo, que todavía no logro entenderlo xD

RampiX dijo...

**fijo q en el armario está tu padre con lenceria insinuante, te causó tal impacto que acabaste creandote tu propio universo en un blog, y nunca más podiste volver a comer sopa de sobre.
:P________XXDDDD_____xP.
Tranquilo tu agonía no será eterna, algún día morirás...