viernes, 30 de mayo de 2008

En busca del invierno

Capítulo 3:

Dricbert estaba excitado aquella mañana, se levantó antes que de costumbre y comenzó a hacer la maleta, o más bien a rehacerla. La había preparado por lo menos veinte veces desde el día anterior. No tenía demasiadas cosas que llevarse, y no es que tampoco le fueran a servir de mucho en el lugar al que iba, pero en su todavía corto trayecto por el camino de la vida, aquella vida gris y decadente, había destinado parte de su escaso amor proyectado hacia el exterior a ciertos objetos materiales de los que ahora no podía desprenderse. Tras cerrar la maleta, ahora si convencido de que sería la última vez que lo haría, salió de su cuarto y se dirigió a la cocina. Se encontró a su madre ya levantada. Estaba de pie, observando a través del pequeño ventanuco, con la mirada perdida.
- ¿Qué miras mamá?
Se giró sobresaltada.
- Nada... ¿Ya te has levantado?
- Si, no fuí capaz de dormir en toda la noche.
- Yo tampoco - contestó su madre dejando escapar un suspiro que no se sabía bien si era de tristeza o todo lo contrario.
- ¿Y ella aún está durmiendo?
- Si, no parece demasiado entusiasmada.
Dricbert se sentó a la mesa. Trajo hacia sí una especie de cuenco lleno de una gran variedad de hierbas. Cogió unas cuantas, las troceó con las manos y las empezó a comer con inusidata avidez. Su madre, con la espalda apoyada contra la pared y los brazos cruzados, le miraba con atención.

Eran las 56:00 en punto de la mañana, justo la hora que Dricbert llevaba esperando desde hacía días. La hora a partir de la cual su vida cambiaría para siempre. Estaba junto al camino, con la maleta en la mano, oteando con impaciencia el horizonte. Su madre y su hermana estaban detrás de él. Ambas llevaban también una desgastada maleta, y también las dos observaban con interés hacia el lugar por dónde debería aparecer un coche en cualquier momento. Después de poco más de cinco minutos de silenciosa espera, un lejano ruido de motor comenzó a sonar cada vez más claro. El vehículo avanzaba indeciso por el descuidado camino, con una nube de polvo que le perseguía en su continuo avance. Al llegar a su altura, se detuvo. Del asiento del piloto salió un hombre que les miró con detenimiento, pero que no articuló palabra alguna. Simplemente cogió las maletas y las guardó en el maletero. Abrió la puerta trasera y con un gesto les invitó a entrar. Dricbert fué el primero en hacerlo, seguido de su madre y por último su hermana. El hombre cerró la puerta y volvió a sentarse al volante. Le acompañaba alguien en el otro asiento. Por el espejo lateral Dricbert pudo ver que se trataba de Rowger. El coche arrancó, y con el silencio de sus ocupantes como único acompañamiento, inició el viaje hacia Hillhighland, o lo que era lo mismo para Dricbert y su familia, el viaje hacia lo desconocido.

El viaje fué para Dricbert lo más parecido a descender por primera vez hacia las profundidades del océano. Nunca antes había ido más de dos kilómetros lejos de su casa, y ahora se aparecían ante él paisajes que jamás había imaginado. Con la cabeza pegada al cristal, su mirada se movía a velocidad de vértigo, para que no se le escapara ni un solo detalle. El hecho de no estar acostumbrado a montarse en coche le hizo doblarse un momento sobre el asiento y vomitar en el suelo del vehículo.
- Mira Dricbert.
Se incorporó con gesto contrariado. Su madre señalaba, con el brazo entre los dos asientos delanteros, hacia el horizonte. Dricbert se fijó con atención. A lo lejos, podía divisar una gran extensión completamente verde, que abarcaba todo lo que su vista le dejaba ver. Por un momento se le olvidó el mareo, y observaba atónito la extraña realidad disfrazada de desconocida belleza que ante él se presentaba. El coche se aproximaba cada vez más, ahora por carretera normal, dejados ya atrás los sinuosos caminos. Dricbert comenzó poco a poco a divisar un árbol..., otro..., y otro más..., había cientos..., miles..., y todos formaban un homogéneo conjunto de color verdoso tan bello que ponía la piel de gallina y hacía aflorar las lágrimas. Notó como le caía una gota sobre el brazo. Con la boca abierta y los ojos todavía exageradamente abiertos, bajó la cabeza despacio. Las lágrimas le resbalaban por las mejillas. Volvió a subir la cabeza, vió que la carretera seguía a través del bosque y antes de que se diera cuenta estaba rodeado de árboles por todas partes. Ahora estaba inquieto en el asiento, no sabía ya ni hacia dónde dirigir su vista. Delante, detrás, a la izquierda y a la derecha. Mirara donde mirara, aquellos gigantes que ocultaban el cielo estaban ahí. Su madre y su hermana tenían ahora la misma expresión que él. En el asiento de atrás de aquel vehículo blanco que cirulaba a gran velocidad entre secuoyas, reinaba la incredulidad y el desconcierto. En el asiento deantero, Rowger observaba por el retrovisor con un tímido gesto de satisfacción.

Capítulo 4:

La salida del bosque supuso la entrada en un nuevo mundo, completamente distinto al que había al otro lado. Grandes campos multicolores se extendían a ambos lados de la carretera. En algunos de ellos, animales que Dricbert nunca había visto, campaban a sus anchas con envidiable naturalidad. Pronto comenzó a divisar las primeras casas. Tenían pinta de ser de un material bastante resistente. No se podía explicar como aquellas inmensas moles no se venían abajo por su propio peso. Cuanto más avanzaba el coche, mayor era la concentración de las casas. De viviendas aisladas, pasaron a ser pequeños nucleos, luego numerosas poblaciones y finalmente, tras un giro del vehículo a la izquierda, una carretera descendente, más ancha que la que habían dejado, conducía a la ciudad. El espectáculo era maravilloso. Desde lejos ya se podía advertir la gran cantidad de casas y edificios que convivían entre sí en aquel inmenso mar de hormigón. El coche circulaba ahora despacio por las calles, entre otros vehículos que mantenían un orden en aquel aparente caos. Tras tomar unos cuantos desvíos, el coche se detuvo ante una inmensa construcción de color azulada, con enormes cristaleras que reflejaban el sol y lo devolvían con furia al exterior. Rowger bajó del vehículo, abrió la puerta trasera y descendieron sus tres ocupantes. Les condujo al interior del edificio, a través de inmensos pasillos, cuyos suelos, paredes y techos presentaban un atractivo tono rosáceo. Al llegar ante una gran puerta Verde, Rowger se detuvo, les pidió que esperasen y entró. Al rato volvió a salir y les indicó que entrasen. Con un apenas imperceptible gesto se despidió de ellos.
El despacho al que pasaron era inmenso. Tan solo tenía tres paredes propiamente dichas, la cuarta era una enorme cristalera que abarcaba todo el fondo del cuarto y que dejaba ver, desde aquel piso del edificio, como el mundo se desarrollaba allá abajo, en las calles de la ciudad. De espaldas a la cristalera, un hombre recostado sobre su sillón, situado delante de una imponente mesa, les observaba con exhaustividad. Se inclinó hacia delante para hablar:
- ¿Así que vosotros sois los que Rowger se ha traído de Cardboardstone?
La pregunta era demasiado obvia. Dricbert miró a su madre.
- Así es - respondió ella.
- Bien. Rowger os habrá dicho ya cual será vuestra nueva casa, y todo eso... - añadió haciendo un movimiento con la mano, como quien aparta una mosca - ¿no?.
- Si. Aunque aún no la hemos visto.
- Verán..., antes de trasladarse de manera definitiva a la que será su futura casa, nos gustaría que pasasen unos días aquí, viviendo en este edificio, ya que tenemos que solucionar todavía unos detalles que tenemos pendientes, cosas de papeleos..., ciertos trámites..., no se si me entienden... - hizo una pausa, para luego continuar - Además les vendría bien para..., digamos que se trataría de un perido de adaptación a su nueva vida, y quien mejor que nosotros para estar a su lado durante la asimilación de ese cambio - añadió mostrando una amplia sonrisa.
Ninguno de los tres articuló palabra alguna. La verdad es que tampoco sabían muy bien que decir, simplemente se limitaban a escuchar con atención.
- Ahora llamaré a mi secretario y les conducirá a la parte superior del edificio. Es allí donde tenemos las residencias particulares. Les hemos reservado una exclusivamente para ustedes, instálense y espérenme allí. Sobre las 226:00 de esta tarde subiré para darle ciertas indicaciones acerca de su... proceso de adaptación que antes les decía - volvió a sonreir.
Dicho esto, trajo hacía si un teléfono completamente de color amarillo, situado a su derecha. A la izquierda tenía otro, pero este era de color verde. Sus colores tan vivos hacían dar la impresión que se trataba de teléfonos de juguete, de plástico. Desde luego resultaba cuanto menos pintoresco. El hombre le habló al aparato:
- Damion, pasa por el despacho, ya han llegado.
Colgó el teléfono y se dirigió otra vez hacia ellos:
- Sus maletas ya las han subido, ahora esperen a que venga Damion.
Agachó la cabeza y se sumergió en una montaña de papeles desordenada que tenía encima de la mesa. La levantó un momento para añadir:
- Por cierto, que aún no se lo había dicho, me llamo Gerclay.

El apartamento estaba dividido en cinco cuartos. Todos consecutivos, intercomunicados entre si por puertas comunes, y todos ellos con la misma fisionomía del despacho que habían abandonado: tres paredes y una gran cristalera de fondo, a modo de cuarta pared. Todos excepto el último, el cuarto de baño, que era de menor tamaño y solo tenía una ventana situada justo en medio del techo. Las habitaciones tenían una especie de pasarela que iba de la puerta entrante a la saliente, a modo de camino a seguir para pasar de unas a otras. Además del baño, y de las tres habitaciones, el primer cuarto era una especie de sala de estar, que emanaba opulencia y magnificencia allí donde uno posase la vista.
Pasadas las 230:00 de la tarde, Gerclay se personó allí. Los encontró en el cuarto de estar, sentados cada uno en un sillón diferente, pero los tres embobados mirando a su alrededor. Se percataron de su presencia y pasaron a fijar la atención en él. Gerclay les hizo un saludo con la mano acompañado de una leve sonrisa.
- Bien... - dijo mientras se sentaba en uno de los sillones enfrente de ellos - necesito que me presten atención durante los próximos minutos. Voy a contarle cual será su cometido mientras vivan aquí - Dricbert notó como a Gerclay se le iluminaron los ojos después de decir esto.
(continuará...)

4 comentarios:

Nicky dijo...

cabrón sin corazón, cortas en lo más interesante... ¬¬

chapitea (chapitea@yahoo.es) dijo...

yo quiero saber el final YA!

RampiX dijo...

tamos todos esperando el desenlace deste gran relato...
3 meses es hacerse demasiado el interesante no crees??

Saludos vutcko!!

RampiX dijo...

me cago en la puta, se acabo el veranito!!

otra vez los putos madrugones y todo eso... hostia puta

no viene a cuento, pero como este puto blog esta mas muerto que la hostia era por darle vidilla...

8¬)

me parto yo solo xDD!!

**Saludos pa todo diox**